Hoy
no escribiría nada. Me quedé pensando y surgió un tema de reciente
impacto y quise compartirlo. La significancia y efectividad de un abrazo
que puede convertirse en una manifestación divina tanto para quién lo
da, como para aquel que lo recibe (y lo necesita). Hace unas semanas nuestro Pastor Omar Herrera
comentaba sobre “el amor ágape”. Un término que hasta entonces no
estaba inserto en el imaginario y revolviendo entre las estanterías,
econtré un libro de Clive Staples Lewis (Belfast, Irlanda del Norte, 29
de noviembre de 1898 – Oxford, Inglaterra, 22 de noviembre de 1963),
autor popularmente conocido como C. S. Lewis.
“En su obra “Los Cuatro Amores”, Lewis, distingue el amor de ágape (“caritas”) de otros tres amores, philia, storge y eros, palabras griegas. Philia se traduce “la amistad,” es el más tranquilo y racional de los amores. Este amor es la escuela de la virtud: “El fierro aguza el fierro, uno se afina en contacto con el prójimos.” (Prov 27,17) Con el amor de storge, que puede traducirse “la afección,” hay satisfacción sólo con estar juntos. Es el amor entre una madre y su bebe; entre hermanos que comparten tantas experiencias e intereses. En el amor de eros, existe una preocupación del amando por el amado. Según Lewis, los tres amores pueden ser elevados en el amor de ágape, el amor que nos permite amar a los que parecen ser menos amables: ladrones, enemigos, locos, extraños, etc. Nos permite recibir el amor de otra persona cuando no creemos que lo merecemos. Ágape trasciende los otros tres amores, es el amor de dar su vida por la otra: “No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos.” (Jn 15,13). No es natural para una persona amar a otra de esa forma, y por eso los teólogos lo llaman ágape una “virtud sobrenatural.”
Dar la vida por las otras es la vocación destacada de ser padres. Cualquier padre o madre que está esforzándose para amar a sus hijos de esta manera puede dar fe de que amar de esta manera requiere algo especial, algo extraordinario. ¿Qué es esto tan especial? Pablo, en el capítulo 13 de su primera carta a los Corintios, nos da una respuesta, donde dice que el amor (ágape) “es paciente y muestra comprensión… no tiene celos, no aparenta ni se envanece, no actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo… no se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.” (1Cor 13,4-7) Aquí vemos una descripción clara del extra que ágape nos pide.
Perdurar a pesar de todo, creer todo, esperar todo y soportar todo no es nada fácil, porque vivimos en una cultura opuesta al amar de esta manera, una cultura del hedonismo, un actitud de “todo vale”, “qué más da,” una cultura indiferente y con un gran vacío.
Cuando amamos con el amor de ágape estamos no solo reflejando sino también participando en el amor de Dios. El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es el amor por lo cual el Padre y el Hijo aman todo lo que Dios ama. El Espíritu Santo no habla de sí mismo ni habla solo, sino abarca lo que dice el Hablante (Padre) en la Palabra (Hijo). “Pero cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los introducirá a la verdad total. El no vendrá con un mensaje propio sino que les dirá lo que ha escuchado, y le anunciará las cosas futuras.” Jn 16,13. “
Esta transcripción de un texto referido al tema me lleva a compartir otro tramo relacionado con ese abrazo que a veces pedimos mirando al cielo… y llega.
EL ABRAZO DE DIOS
Podemos decir, de una manera metafórica, que el Espíritu Santo es el gran abrazo en Dios y de Dios. Es el Espíritu Santo que extiende a alcanzar cada uno de nosotros: “Pues el amor de Dios ya fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos dio.” (Rom 5,5) Quiere llevarnos a abrazar la Palabra eterna encarnada, para que todos descansemos en una de las muchas mansiones que están en la casa del Padre. También quiere llevarnos a abrazar a nuestros hermanos y prójimos, pues sin abrazar a ellos, ¿cómo podemos abrazar a Dios? “¿Cómo puede amar a Dios a quien no ve, si no ama a su hermano, a quien ve?”. (1Jn, 4,20)
El amor de Dios es un amor que une, y cuando amamos con el amor de ágape estamos reflejando y participando en la unión divina. "
Te invito a que hoy y desde hoy, aunque te detengan o refrenen los pensamientos, des ese abrazo que tu hermano o hermana necesita y está esperando. Que tengas un bendecido día y Dios esté preparando ese gran abrazo que recibirás hoy!
El texto de referencia está en jesusestavivoenmorelia.blogspot.com.ar/2009/10/el-abrazo-de-dios.html
El libro podés ojearlo en
http://books.google.es/books?id=x9FxYgCLytQC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false
“En su obra “Los Cuatro Amores”, Lewis, distingue el amor de ágape (“caritas”) de otros tres amores, philia, storge y eros, palabras griegas. Philia se traduce “la amistad,” es el más tranquilo y racional de los amores. Este amor es la escuela de la virtud: “El fierro aguza el fierro, uno se afina en contacto con el prójimos.” (Prov 27,17) Con el amor de storge, que puede traducirse “la afección,” hay satisfacción sólo con estar juntos. Es el amor entre una madre y su bebe; entre hermanos que comparten tantas experiencias e intereses. En el amor de eros, existe una preocupación del amando por el amado. Según Lewis, los tres amores pueden ser elevados en el amor de ágape, el amor que nos permite amar a los que parecen ser menos amables: ladrones, enemigos, locos, extraños, etc. Nos permite recibir el amor de otra persona cuando no creemos que lo merecemos. Ágape trasciende los otros tres amores, es el amor de dar su vida por la otra: “No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos.” (Jn 15,13). No es natural para una persona amar a otra de esa forma, y por eso los teólogos lo llaman ágape una “virtud sobrenatural.”
Dar la vida por las otras es la vocación destacada de ser padres. Cualquier padre o madre que está esforzándose para amar a sus hijos de esta manera puede dar fe de que amar de esta manera requiere algo especial, algo extraordinario. ¿Qué es esto tan especial? Pablo, en el capítulo 13 de su primera carta a los Corintios, nos da una respuesta, donde dice que el amor (ágape) “es paciente y muestra comprensión… no tiene celos, no aparenta ni se envanece, no actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo… no se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.” (1Cor 13,4-7) Aquí vemos una descripción clara del extra que ágape nos pide.
Perdurar a pesar de todo, creer todo, esperar todo y soportar todo no es nada fácil, porque vivimos en una cultura opuesta al amar de esta manera, una cultura del hedonismo, un actitud de “todo vale”, “qué más da,” una cultura indiferente y con un gran vacío.
Cuando amamos con el amor de ágape estamos no solo reflejando sino también participando en el amor de Dios. El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es el amor por lo cual el Padre y el Hijo aman todo lo que Dios ama. El Espíritu Santo no habla de sí mismo ni habla solo, sino abarca lo que dice el Hablante (Padre) en la Palabra (Hijo). “Pero cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los introducirá a la verdad total. El no vendrá con un mensaje propio sino que les dirá lo que ha escuchado, y le anunciará las cosas futuras.” Jn 16,13. “
Esta transcripción de un texto referido al tema me lleva a compartir otro tramo relacionado con ese abrazo que a veces pedimos mirando al cielo… y llega.
EL ABRAZO DE DIOS
Podemos decir, de una manera metafórica, que el Espíritu Santo es el gran abrazo en Dios y de Dios. Es el Espíritu Santo que extiende a alcanzar cada uno de nosotros: “Pues el amor de Dios ya fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos dio.” (Rom 5,5) Quiere llevarnos a abrazar la Palabra eterna encarnada, para que todos descansemos en una de las muchas mansiones que están en la casa del Padre. También quiere llevarnos a abrazar a nuestros hermanos y prójimos, pues sin abrazar a ellos, ¿cómo podemos abrazar a Dios? “¿Cómo puede amar a Dios a quien no ve, si no ama a su hermano, a quien ve?”. (1Jn, 4,20)
El amor de Dios es un amor que une, y cuando amamos con el amor de ágape estamos reflejando y participando en la unión divina. "
Te invito a que hoy y desde hoy, aunque te detengan o refrenen los pensamientos, des ese abrazo que tu hermano o hermana necesita y está esperando. Que tengas un bendecido día y Dios esté preparando ese gran abrazo que recibirás hoy!
El texto de referencia está en jesusestavivoenmorelia.blogspot.com.ar/2009/10/el-abrazo-de-dios.html
El libro podés ojearlo en
http://books.google.es/books?id=x9FxYgCLytQC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false
Jesús está Vivo: el abrazo de Dios
jesusestavivoenmorelia.blogspot.com.ar
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